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Castellano o Español
Los origenes y el desarrollo
El origen en otras palabras
Historia del español en América
En la formación del español cabe distinguir tres grandes periodos: el medieval, también denominado del castellano antiguo, fechado entre los siglos X al XV; el español moderno, que evolucionó desde el siglo XVI a finales del XVII, y el contemporáneo, desde la fundación de la Real Academia Española hasta nuestros días.
El castellano medieval
El nombre de la lengua procede de la tierra de castillos que la configuró,
Castilla, y antes del siglo X no puede hablarse de ella. Por entonces existían
cuatro grandes dominios lingüísticos en la Península que
pueden fijarse por el comportamiento de la vocal breve y tónica latina
o en sílaba interior de palabra como la o de portam que diptongó
en ué en el castellano, puerta, y vaciló entre ue, uo y ua en
el leonés y aragonés (puorta) y mozárabe (puarta). En
términos generales, se mantuvo la o del latín (porta) en la
lengua del extremo occidental, el galaico-portugués -del que surgiría
el gallego y el portugués-, y en el catalán del extremo oriental,
que ejercería su influencia posterior por las tierras mediterráneas,
fruto de la expansión política.
El castellano fue tan innovador en la evolución del latín como
lo fueron los habitantes de Castilla en lo político. A esta época
pertenecen las Glosas Silenses y las Emilianenses, del siglo X, que son anotaciones
en romance a los textos en latín: contienen palabras y construcciones
que no se entendían ya. Las primeras se escribieron en el monasterio
benedictino de Silos, donde para aclarar el texto de un penitencial puede
leerse "quod: por ke", "ignorante: non sapiendo"; las
Glosas Emilianenses se escriben en el monasterio de San Millán de la
Cogolla o de Suso.
En el sur, bajo dominio árabe, hablaban mozárabe las comunidades
hispanas que vivían en este territorio y conservaron su lengua heredada
de épocas anteriores. La mantuvieron sin grandes alteraciones, bien
por afirmación cultural que marcara la diferencia con las comunidades
judía y árabe, bien por falta de contacto con las evoluciones
que se estaban desarrollando en los territorios cristianos. En esta lengua
se escriben algunos de los primeros poemas líricos romances: las jarchas,
composiciones escritas en alfabeto árabe o hebreo, pero que transcritas
corresponden a una lengua arábigo-andaluza. De los cambios fonéticos
que produjeron en esta época en el castellano, el más original
consistió en convertir la f- inicial del latín en una aspiración
en la lengua hablada, aunque conservada en la escritura.
El primer paso para convertir el castellano en la lengua oficial del reino
de Castilla y León lo dio en el siglo XIII Alfonso X, que mandó
componer en romance, y no en latín, las grandes obras históricas,
astronómicas y legales. El castellano medieval desarrolló una
serie de fonemas que hoy han desaparecido. Distinguía entre una -s-
sonora intervocálica, que en la escritura se representaba por s, como
en casa, y una s sorda, que podía estar en posición inicial
de palabra como silla, o en posición interna en el grupo -ns-, como
en pensar o en posición intervocálica que se escribía
-ss- como en viniesse. Las letras ç y z equivalían a los sonidos
africados (equivalente a ts, si era sordo, y a ds, si era sonoro), como en
plaça y facer. La letra x respondía a un sonido palatal fricativo
sordo, como la actual ch del francés o la s final del portugués
y también existía correspondiente sonoro, que se escribía
mediante j o g ante e, i: así dixo, coger, o hijo. Distinguía
entre una bilabial oclusiva sonora -b-, que procedía de la -p- intervocálica
del latín o b de la inicial sonora del latín (y que es la que
hoy se conserva), y la fricativa sonora, que procedía de la v del latín,
cuyo sonido se mantiene hoy en Levante y algunos países americanos.
Desde el punto de vista gramatical ya habían desaparecido las declinaciones
del latín y eran las preposiciones las que señalaban la función
de las palabras en la oración. El verbo haber todavía tenía
el significado posesivo tener, como en había dos fijos y se empleaba
para tener y para formar las perífrasis verbales de obligación
que originarían a partir del siglo XIV los tiempos compuestos; por
eso, entre la forma del verbo haber y el infinitivo siguiente era posible
interponer otro material léxico, hoy impensable, como en "Enrique
vuestro hermano habia vos de matar por las sus manos". Los adjetivos
posesivos iban precedidos de artículo; así se decía los
sus ojos alza.
El español del siglo XII ya era la lengua de los documentos notariales
y de la Biblia que mandó traducir Alfonso X; uno de los manuscritos
del siglo XIII se conserva en la biblioteca de El Escorial. Gracias al Camino
de Santiago entraron en la lengua los primeros galicismos, escasos en número,
y que se propagaron por la acción de los trovadores, de la poesía
cortesana y la provenzal.
El castellano moderno
La publicación de la primera gramática castellana de Elio Antonio
de Nebrija en 1492, fecha del descubrimiento de América y de la toma
de Granada por los Reyes Católicos, establece la fecha inicial de la
segunda gran etapa de conformación y consolidación del idioma.
A esta época pertenecen el cambio de las consonantes que altera y consolida
definitivamente el sistema fonológico del español. Desaparece
la aspiración de la h, cosa que testimonia la versificación.
Se funden en un único fonema la s sonora y sorda, prevaleciendo el
valor sordo. Las consonantes ç y z pasan a ser el fonema fricativo
(con pronunciación equivalente a ts) que se escribirá ç
durante el siglo XVI y pasará a tener el valor de la z (con su pronunciación
actual) en el siglo siguiente, con lo que de esta manera se resolvió
la vacilación ortográfica c, ç, z. Las variaciones fonéticas
que representaban x, g, j, se solucionaron también en favor del sonido
velar fricativo sordo que en el XVII pasa a tener la pronunciación
y grafía actuales de g y de j. Desapareció asimismo la distinción
-b-, -v- que se neutralizó en -b- durante el siglo XVI. En la morfología
aparecieron los tiempos compuestos de los verbos, y se convierte en auxiliar
el verbo haber. En la sintaxis el orden de los elementos de la oración
se hace más rígido, y se anteponen los pronombres átonos
a infinitivos y gerundios.
Desde el punto de vista del léxico adquirió una gran cantidad
de neologismos, pues a estos momentos correspondió la expansión
de Castilla y, por lo tanto, el contacto con otras culturas. Consiguió
consolidarse como lengua dominante frente a otros dialectos peninsulares al
llevarse a cabo la unidad política de Castilla y Aragón y ser
el castellano la lengua de los documentos legales, de la política exterior
y la que llegó a América de la mano de la gran empresa realizada
por la Corona de Castilla, ya fijada en la gramática normativa de Nebrija.
A partir de los primeros momentos del siglo XVI se prefirió la denominación
de española para la lengua del nuevo imperio, y la preocupación
de los intelectuales del momento se refleja en la enorme tarea de sistematizarla,
analizarla y divulgarla. Lo demuestran la publicación del gran Diccionario
de Alcalá, obra de la Universidad Complutense creada por Cisneros;
la aparición de la Minerva de Francisco de las Brozas, conocido por
El Brocense, que es una gramática normativa y descriptiva más
moderna que la realizada por el grupo francés de Port Royal, y, a principios
del siglo XVII, la publicación del Tesoro de la lengua castellana o
española (1611) de Sebastián de Covarrubias, primer diccionario
de la lengua, que contiene cuanta información histórica y sincrónica
había disponible en el momento de su publicación.
En Francia, Italia e Inglaterra se editaban gramáticas y diccionarios
para aprender español, que fue la lengua diplomática hasta la
primera mitad del siglo XVIII. En esta etapa de la lengua se llegó
al esplendor literario que representan los autores del siglo de oro. El léxico
incorpora palabras originarias de tantas lenguas como contactos políticos
tenía el imperio. Del italiano entran en el español desde el
siglo XV al XVII los nombres de la métrica y preceptiva literaria como
soneto, asonante, silva y lira, palabras relacionadas con las bellas artes
como fachada, escorzo, medalla, piano. De otros campos léxicos son
italianismos de la época centinela, alerta, escopeta, aspaviento, charlar,
estropear y muchas más. Son galicismos paje, jardín, jaula,
sargento, forja o reproche.
Los americanismos, que comienzan a entrar en el siglo XVI, ofrecen una lista
referida a las realidades que en Europa no se conocían y que son españolismos
tomados por las lenguas europeas como patata, cóndor, alpaca, vicuña,
pampa, puma, papa (denominación afincada en Canarias para patata),
que proceden del quechua y el guaraní. Los términos más
antiguos, como canoa, ya citado en el diccionario de Nebrija, proceden de
los arawak. A este conjunto pertenecen huracán, sabana, maíz,
cacique, colibrí, caribe, enagua y caníbal. De la familia de
lenguas náhuatl habladas por los nahuas, se incorporan hule, chocolate,
tomate, cacao, aguacate y petate.
El español contemporáneo
En el año 1713 se fundó la Real Academia Española. Su
primera tarea fue la de fijar el idioma y sancionar los cambios que de su
idioma habían hecho los hablantes a lo largo de los siglos, siguiendo
unos criterios de autoridad. En esta época se había terminado
el cambio fonético y morfológico y el sistema verbal de tiempos
simples y compuestos era el mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad
del siglo XX.
Los pronombres átonos ya no se combinaban con las formas de participio
y, gracias a la variación morfológica, los elementos de la oración
se pueden ordenar de formas muy diversas con una gran variedad de los estilos
literarios, desde la mayor violación sintáctica que representan
el barroco del siglo XVII, los poetas de la generación del 27 y el
lenguaje publicitario, hasta la imitación de los cánones clásicos,
también violentadores del orden del español, que incorporaron
los neoclásicos o los primeros renacentistas.
Coincidiendo con otro momento de esplendor literario, el primer tercio del
siglo XX, aparecieron las nuevas modificaciones gramaticales que aún
hoy están en proceso de asentamiento. De ellas cabe citar: la reducción
del paradigma verbal en sus formas compuestas de indicativo y subjuntivo,
la sustitución de los futuros por perífrasis verbales del tipo
tengo que ir por iré, la práctica desaparición del subjuntivo,
la reduplicación de los pronombres átonos en muchas estructuras
oracionales y con verbos de significación pasiva, que están
desarrollando una conjugación en voz media como en le debo dinero a
María; la posposición casi sistemática de los calificativos,
la reducción de los relativos, prácticamente limitados a que
y quien en la lengua hablada. Junto a ello, la irrupción continua de
neologismos, que nombran innovaciones técnicas y avances científicos,
tiene dos momentos: los anteriores a la mitad del presente siglo, que contienen
raíces clásicas como termómetro, televisión, átomo,
neurovegetativo, psicoanálisis o morfema, y los neologismos apenas
castellanizados, siglas y calcos del inglés y fruto de la difusión
que de ellos hacen las revistas especializadas, la publicidad o la prensa,
como filmar, radar, módem, casete, anticongelante, compacto, PC, o
spot.