Nuestos
Foros:
Amplia información en el foro.
Por Sergio Zamora
Período
Prerromano
Incógnita en la información de la lengua española
¿Ha reflexionado alguna vez sobre la lengua que habla?, si la respuesta
es positiva, seguramente las preguntas que se habrá hecho pueden ser
las siguientes: ¿De dónde proviene? ¿Como se integró?
¿Que relaciones tiene con otros idiomas? ¿Quienes la hablaron
primero? ¿Como ha evolucionado?, etc. Estas interrogantes que aún
están sin respuesta, y muchas más, intentaré explicárselo
conforme adentramos en el tema.
Orígenes. Los orígenes de nuestra lengua se remontan muchos siglos antes de nuestra era. Se supone que los primeros habitantes de lo que hoy es la península ibérica (España y Portugal), se establecieron a los lados de los Pirineos (cadena montañosa entre Francia y España). Estos grupos humanos hablaron una lengua que sobrevive en el idioma vasco (Se habla vasco en Vasconia, región de España). En otra región geográfica -costa de Levante- se establecieron los Iberos, de cuyo nombre tomó el propio la península. Su cultura probablemente provenía de las costas africanas.
Tartesios La civilización Tartesia - influida por comunidades étnicas venidas de Orientes - se estableció en lo que actualmente es la región sur de Portugal y la parte baja de Andalucía. Se sabe que tal cultura predominó durante muchos siglos.
Fenicios y
griegos
Los fenicios, venidos de Cartago, fundaron en el año 1110 A.C. la hoy
ciudad de Cádiz, al sur de la península, a la que llamaron Gadir,
posteriormente los romanos la llamaron Gades y los árabes, Qádis.
La palabra gadir es de origen púnico y quiere decir recinto amurallado.
Otra ciudad importante nacida a merced de los fenicios fue Málaga (Málaka:
factoría, fábrica). Los griegos, desterrados del sur por los
fenicios, se establecieron en la región de Levante. Ahí fundaron
ciudades importantes como Lucentum, hoy Alicante, y Emporion, Ampurias. Estas
dos influencias: la fenicia y la griega, propiciaron el desarrollo del arte
ibérico, tanto en numismática como en escultura. La famosa Dama
de Elche ha quedado como muestra del aculturamiento griego por parte de los
iberos.
Ligures
Por lo que toca a las regiones del Centro y Noroeste, no se puede definir
con exactitud qué grupo o grupos humanos llegaron a colonizar. Existe
la hipótesis de una inmigración ligur (proveniente del Norte
y Centro de Italia de la región de la Provenza. Dicha suposición
se ha sostenido debido a los toponímicos (nombres de lugares) encontrados
en diversas partes de España. Son característicos, aunque no
exclusivos del idioma ligur, los sufijos "-asco", "-osca"
y "-usco", por ejemplo: "Viascón", hoy Pontevedra;
"Tarascón": Orense, "Piasca": Santander, "Beascos":
Murcia, "Orusco": Madrid, "Biosca": Lérida. El
sufijo "-ona", también es de origen ligur, por ejemplo: Barcelona,
Tarazona, etc.
Celtas
Los celtas invadieron Hispania en el siglo VII A.C. procedentes del sur de
Alemania. Se establecieron en Galicia, sur de Portugal y en la región
llamada Sierra Morena. Más tarde se mezclaron con los iberos en el
centro y Bajo Aragón, y formaron una región llamada Celtiberia.
Los toponímicos de origen céltico son muchos. Casi todos ellos
tienen nombres guerreros. Entran como elementos informativos de las palabras,
las voces: "briga", que significa fortaleza, y "sego"
o "segi" que indican victoria, por ejemplo: "Conimbriga":
Coimbra, "Lacobriga": Carrión, "Seguvia": Segovia.
La palabra "dunum", es sinónimo de "briga"; aquel
elemento también entró en la formación de toponimias.
Dichos lugares se encuentran localizados tanto en la región central
como en la oriental de los Pirineos, por ejemplo: "Navardúm":
Zaragoza, "Salardú": Lérida.
Carencia de unidad lingüística prerromana. No se puede hablar
de una unidad lingüística en la península ibérica
antes de la llegada de los romanos. Los alfabetos ibéricos y taresio
sirvieron cada uno para diversas lenguas. Los grupos colonizadores conservaron
y extendieron cada uno su propia lengua: griegos, fenicios, cartagineses,
celtas, etc. Además de los idiomas mencionados hay que agregar el vascuence.
La lengua vascuence El vascuence, lengua que hasta la fecha se ha conservado,
y que no tiene relación lingüística con los demás
que se hablaron y hablan en España, es un idioma cuyo origen es muy
discutido todavía. Hay tres tesis:
El vascuence
es de procedencia africana. Presenta coincidencias decisivas con las lenguas
camíticas: bereber, copto, cusita y sudanés.
El vascuence es originario de la región del Cáucaso. Su estructura
gramatical tiene mucha similitud con las lenguas caucásicas.
El vascuence es una lengua mixta. Se parece a los idiomas caucásicos
en su estructura y origen. Incorporó numerosos elementos camíticos
de las lenguas ibéricas, así como celtismos y, finalmente, abundantes
latinismos.
La segunda y tercera teorías son las que se sostienen en la actualidad
(mucho se debe a presiones de algunos "expertos", orientadas a alejarlo
lo más posibles de orígenes africanos). El vascuence, desde
su origen hasta el siglo X, fue una lengua que se transmitió por tradición
oral. Textos más o menos amplios aparecen hasta el siglo XVI, pero
sin llegar a tener la calidad de lengua culta. En nuestros días mantiene
su primaria estructura gramatical, pero se ha visto sometida a la influencia
del latín y de las lenguas romances. El vascuence ha dado lugar a muchos
dialectos. Son de origen vasco numerosos toponímicos localizados principalmente
a lo largo de los Pirineos. Para la composición de muchas palabras
entraron en función los sufijos éuscaros (vascos): "berri":
nuevo, "gorri": rojo, "erri":quemado. Nombres de origen
vasco son: Urquiza, Ezquerra, Iruecha, Garray, etc. El vascuence es la única
lengua prerromana que tiene vigencia en la actualidad. Se habla en las provincias
españolas de Vizcaya y Guipúzcoa.
Los romanos
Los romanos emprenden la conquista de Hispania en el año 206 A.C. Antes,
en el 218 A.C., los Escipiones habían desembarcado en Ampurias. La
pacificación fue completa hasta el año 19 A.C., cuando Augusto
sometió definitivamente a los cántabros y astures. Así,
Roma, al conquistar nuevas tierras, acababa con las pugnas entre tribus, pueblos
y ciudades, imponiendo su cultura, que traía el concepto de la ley
y la ciudadanía. Los romanos eran maestros en administración
y derecho. Debemos recordar que el Derecho Romano sentó las bases de
las legislaciones occidentales. Tampoco debemos olvidar que construyeron admirablemente
calzadas, puertos, puentes y acueductos que aún están en pie.
De hecho, los romanos transformaron completamente el modo de vida de los habitantes
de Hispania, llevando a dicho pueblo no sólo las formas de vida latinas,
sino la cultura griega, que ellos habían adquirido cuando conquistaron
la región helvética. Muy pronto empezaron a levantar ciudades
latinas en la península ibérica; en 206 A.C. fundaron Itálica.
Se extendieron rápidamente por diversas regiones del país colonizado.
Ya en el año 90 A.C., nativos de Salduia (Zaragoza) luchaban como hermanos
al lado de los romanos en la guerra social de Italia.
El Latín
El latín lengua oficial de los romanos, se impuso rápidamente
como instrumento de comunicación en todo el Imperio Romano. Los toponímicos
indican que también hubo mezcla de elementos romanos con celtas y vascos.
Por ejemplo "Gracchurris" (Alfaro) se formó del nombre de
sus fundador Tiberio Sempronio Graco y de la palabra vasca "urris".
Elementos romanos y celtas se combinaron para formar: Caesarbriga (Talavera)
y Juliobriga (cerca de Reinosa) y Augustobriga (Ciudad Rodrigo). El latín,
idioma claro y preciso, enérgico, práctico y ordenador, adquirió
gracia cuando tuvo contacto con la lengua griega, Hispania fue testigo del
florecimiento de la literatura latina que imitó, haciéndolos
suyos, los modelos de los grandes maestros griegos. De esta manera, muchas
palabras de origen griego han pasado a nuestro idioma en este periodo por
medio de la imposición del latín. Por ejemplo: "philosophia"
: filosofía, "poesis" : poesía, "mathematica"
: matemática, "chorus" : coro, etc.
Lenguas indoeuropeas
El latín pertenece a las llamadas lenguas itálicas que se hablaron
antes de Cristo en la península del mismo nombre. A su vez, dichas
lenguas itálicas pertenecían al indoeuropeo, originario de casi
todas las lenguas que se hablan en Europa. Además de latín son
indoeuropeas: las lenguas célticas (que se hablaron en Hispania y hoy
en Bretaña) y en la Gran Bretaña (irlandés, galés,
escocés); las lenguas germánicas (el desaparecido gótico,
los modernos alemán, inglés, holandés); las lenguas eslavas
(ruso, polaco, checo, búlgaro y serbocroata), la lenguas escandinavas
y también el griego y el albanés. Las lenguas que se hablan
y hablaron en Europa que no pertenecen a la familia indoeuropea, son: el etrusco
(desaparecido), el finlandés, el lapón, el estoniano, el húngaro
y el vascuence, fuera de Europa, pertenecen al tronco indoeuropeo el grupo
de lenguas indias y el persa. De lo que se concluye que gran parte del mundo
actual tiene uno mismo antepasado lingüístico.
Forma de la lengua latina
Existieron dos clases de latín: el culto y el vulgar. El primero era
usado por los escritores y gente preparada; el vulgar era hablado por el pueblo
de Roma. Este fue el que se impuso en todas las colonias. Dicho latín
presentaba diversas modalidades según la época de conquista
del territorio, la procedencia de distintas regiones de la península
itálica, la cercanía o lejanía de comunicación
con la metrópoli, etc. De este modo, en cada territorio conquistado
-no se puede usar todavía el concepto de nación- la lengua impuesta
adquirió diversos matices de expresión. Con el devenir del tiempo,
la evolución del latín vulgar, al lado de la conformación
de las naciones, vino a dar lo que hoy llamamos lenguas romances, románicas
o neolatinas: español, francés, italiano, provenzal, catalán,
gallego-portugués, retrorrománico, rumano y sardo. En la actualidad
el latín convertido en lenguas romances, sobrevive con diversas modalidades
en España, Francia, Portugal, Italia, Bélgica, Suiza, Rumania,
Hispanoamérica, sur de Estado Unidos, Filipinas y en otros muchos lugares
del orbe, a donde fue llevado por los conquistadores españoles, portugueses
y franceses, así como por los judíos sefardíes que fueron
arrojados de España.
Fin de la
dominación romana
La dominación romana terminó en el siglo V d.C., cuando desmembró
el imperio. En nuestros días lo que se conserva de las lenguas prerromanas
son unos cuantos sufijos: -arro, -orro, -urro: nuharro, machorro, baturro,
-asco: peñasco. Se presume que los sufijos -az, -ez, -oz, que abundan
en la toponimia peninsular española, también pertenecen al período
estudiado. En el mismo caso está la "-z" terminal de los
apellidos.
El origen, en otras palabras
Como dice Menéndez Pidal "la base del idioma es el latín
vulgar, propagado en España desde fines del siglo III a.C., que se
impuso a las lenguas ibéricas" y al vasco, caso de no ser una
de ellas. De este substrato ibérico procede una serie de elementos
léxicos autónomos conservados hasta nuestros días y que
en algunos casos el latín asimiló, como: cervesia > cerveza,
braca > braga, camisia > camisa, lancea > lanza.
Otros autores atribuyen a la entonación ibérica la peculiar
manera de entonar y emitir el latín tardío en el norte peninsular,
que sería el origen de una serie de cambios en las fronteras silábicas
y en la evolución peculiar del sistema consonántico.
Otro elemento conformador del léxico en el español es el griego,
puesto que en las costas mediterráneas hubo una importante colonización
griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta lengua también
influyó en el latín, voces helénicas han entrado en el
español en diferentes momentos históricos. Por ejemplo, los
términos huérfano, escuela, cuerda, gobernar, colpar y golpar
(verbos antiguos origen del moderno golpear), púrpura (que en castellano
antiguo fue pórpola y polba) proceden de épocas muy antiguas,
así como los topónimos Denia, Calpe. A partir del Renacimiento
siempre que se ha necesitado producir términos nuevos en español
se ha empleado el inventario de las raíces griegas para crear palabras,
como, por ejemplo, telemática, de reciente creación, o helicóptero.
Entre los siglos III y VI entraron los germanismos y su grueso lo hizo a través
del latín por su contacto con los pueblos bárbaros muy romanizados
entre los siglos III y V.
Forman parte de este cuerpo léxico guerra, heraldo, robar, ganar, guiar,
guisa (compárese con la raíz germánica de wais y way),
guarecer y burgo, que significaba 'castillo' y después pasó
a ser sinónimo de 'ciudad', tan presente en los topónimos europeos
como en las tierras de Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo
junto a Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y burguesía,
términos que entraron en la lengua tardíamente. Hay además
numerosos patronímicos y sus apellidos correspondientes de origen germánico:
Ramiro, Ramírez, Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían
una declinación especial para los nombres de varón en -a, -anis,
o -an, de donde surgen Favila, Froilán, Fernán, e incluso sacristán.
Junto a estos elementos lingüísticos también hay que tener
en cuenta al vasco, idioma cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías
al respecto.
Algunos de sus hábitos articulatorios y ciertas particularidades gramaticales
ejercieron poderosa influencia en la conformación del castellano por
dos motivos: el condado de Castilla se fundó en un territorio de influencia
vasca, entre Cantabria y el norte de León; junto a eso, las tierras
que los castellanos iban ganando a los árabes se repoblaban con vascos,
que, lógicamente, llevaron sus hábitos lingüísticos
y, además, ocuparon puestos preeminentes en la corte castellana hasta
el siglo XIV. Del substrato vasco proceden dos fenómenos fonéticos
que serán característicos del castellano.
La introducción del sufijo -rro, presente en los vocablos carro, cerro,
cazurro, guijarro, pizarra, llevaba consigo un fonema extravagante y ajeno
al latín y a todas las lenguas románicas, que es, sin embargo,
uno de los rasgos definidores del sistema fonético español;
se trata del fonema ápico-alveolar vibrante múltiple de la (r).
La otra herencia del vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar
una f en posición inicial, las palabras latinas que empezaban por ese
fonema lo sustituyeron en épocas tempranas por una aspiración,
representada por una h en la escritura, que con el tiempo se perdió:
así del latín farina > harina en castellano, pero farina
en catalán, italiano y provenzal, fariña en gallego, farinha
en portugués, farine en francés y faina en rumano; en vasco
es irin. La lengua árabe fue decisiva en la configuración de
las lenguas de España, y el español es una de ellas, pues en
la península se asienta durante ocho siglos la dominación de
este pueblo. Durante tan larga estancia hubo muchos momentos de convivencia
y entendimiento. Los cristianos comprendieron muy pronto que los conquistadores
no sólo eran superiores desde el punto de vista militar, sino también
en cultura y refinamiento. De su organización social y política
se aceptaron la función y la denominación de atalayas, alcaldes,
robdas o rondas, alguaciles, almonedas, almacenes.
Aprendieron a contar y medir con ceros, quilates, quintales, fanegas y arrobas;
aprendieron de sus alfayates (hoy sastres), alfareros, albañiles que
construían zaguanes, alcantarillas o azoteas y cultivaron albaricoques,
acelgas o algarrobas que cuidaban y regaban por medio de acequias, aljibes,
albuferas, norias y azadones. Influyeron en la pronunciación de la
s- inicial latina en j- como en jabón del latín 'saponem'. Añadieron
el sufijo -í en la formación de los adjetivos y nombres como
jabalí, marroquí, magrebí, alfonsí o carmesí.
Se arabizaron numerosos topónimos como por ejemplo Zaragoza de "Caesara(u)gusta",
o Baza de "Basti". No podría entenderse correctamente la
evolución de la lengua y la cultura de la península sin conceder
al árabe y su influencia el lugar que le corresponde. Si consideras
que esta información es insuficiente o estás interesado en conocer
más de la historia del idioma español, por favor envíame
un correo y con gusto ampliaré el tema.
¿Castellano o Español?
Esta lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad
lingüística que habló esta modalidad románica en
tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en torno a la
denominación del idioma; el término español es relativamente
reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado
Español, pues entienden que español incluye los términos
valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración
oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas;
son esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la denominación
más antigua que tuvo la lengua, castellano entendido como 'lengua de
Castilla'.
En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación
y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos
los términos castellano y español. En los primeros documentos
tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros
emplearon por acuerdo la denominación de lengua española. Quien
mejor ha estudiado esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un
libro titulado Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual
de tres nombres (1943). Volver a llamar a este idioma castellano representa
una vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar
satisfacción a los autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio
le dedicaron, como Andrés Bello, J. Cuervo o la argentina Mabel Manacorda
de Rossetti. Renunciar al término español plantearía
la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan
abierta ha sido para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido
a su condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles
a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos,
o panameños de calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña,
por citar algunos ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso
para la fragmentación de un idioma, que por número de hablantes
ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan
además el catalán y el gallego, idiomas de tronco románico,
y el vasco, de origen controvertido. Sergio Zamora B. Guadalajara, Jalisco,
México 1999
El español
ayer y hoy
En la formación del español cabe distinguir tres grandes períodos:
el medieval, también denominado del castellano antiguo, fechado entre
los siglos X al XV; el español moderno, que evolucionó desde
el sigloXVI a finales del XVII, y el contemporáneo, desde la fundación
de la Real Academia Española hasta nuestros días.
El castellano
medieval
El nombre de la lengua procede de la tierra de castillos que la configuró,
Castilla, y antes del siglo X no puede hablarse de ella. Por entonces existían
cuatro grandes dominios lingüísticos en la Península que
pueden fijarse por el comportamiento de la vocal breve y tónica latina
o en sílaba interior de palabra como la o de portam que diptongó
en ué en el castellano, puerta, y vaciló entre ue, uo y ua en
el leonés y aragonés (puorta) y mozárabe (puarta). En
términos generales, se mantuvo la o del latín (porta) en la
lengua del extremo occidental, el galaico-portugués -del que surgiría
el gallego y el portugués-, y en el catalán del extremo oriental,
que ejercería su influencia posterior por las tierras mediterráneas,
fruto de la expansión política.
El castellano fue tan innovador en la evolución del latín como
lo fueron los habitantes de Castilla en lo político. A esta época
pertenecen las Glosas Silenses y las Emilianenses, del siglo X, que son anotaciones
en romance a los textos en latín: contienen palabras y construcciones
que no se entendían ya.
Las primeras se escribieron en el monasterio benedictino de Silos, donde para
aclarar el texto de un penitencial puede leerse "quod: por ke",
"ignorante: non sapiendo"; las Glosas Emilianenses se escriben en
el monasterio de San Millán de la Cogolla o de Suso.
En el sur, bajo dominio árabe, hablaban mozárabe las comunidades
hispanas que vivían en este territorio y conservaron su lengua heredada
de épocas anteriores. La mantuvieron sin grandes alteraciones, bien
por afirmación cultural que marcara la diferencia con las comunidades
judía y árabe, bien por falta de contacto con las evoluciones
que se estaban desarrollando en los territorios cristianos. En esta lengua
se escriben algunos de los primeros poemas líricos romances: las jarchas,
composiciones escritas en alfabeto árabe o hebreo, pero que transcritas
corresponden a una lengua arábigo-andaluza.
De los cambios fonéticos que produjeron en esta época en el
castellano, el más original consistió en convertir la f- inicial
del latín en una aspiración en la lengua hablada, aunque conservada
en la escritura. El primer paso para convertir el castellano en la lengua
oficial del reino de Castilla y León lo dio en el sigloXIII AlfonsoX,
que mandó componer en romance, y no en latín, las grandes obras
históricas, astronómicas y legales.
El castellano medieval desarrolló una serie de fonemas que hoy han
desaparecido. Distinguía entre una -s- sonora intervocálica,
que en la escritura se representaba por s, como en casa, y una s sorda, que
podía estar en posición inicial de palabra como silla, o en
posición interna en el grupo -ns-, como en pensar o en posición
intervocálica que se escribía -ss- como en viniesse.
Las letras ç y z equivalían a los sonidos africados (equivalente
a ts, si era sordo, y a ds, si era sonoro), como en plaça y facer.
La letra x respondía a un sonido palatal fricativo sordo, como la actual
ch del francés o la s final del portugués y también existía
correspondiente sonoro, que se escribía mediante j o g ante e, i: así
dixo, coger, o hijo. Distinguía entre una bilabial oclusiva sonora
-b-, que procedía de la -p- intervocálica del latín o
b de la inicial sonora del latín (y que es la que hoy se conserva),
y la fricativa sonora, que procedía de la v del latín, cuyo
sonido se mantiene hoy en Levante y algunos países americanos.
Desde el punto de vista gramatical ya habían desaparecido las declinaciones
del latín y eran las preposiciones las que señalaban la función
de las palabras en la oración. El verbo haber todavía tenía
el significado posesivo tener, como en había dos fijos y se empleaba
para tener y para formar las perífrasis verbales de obligación
que originarían a partir del siglo XIV los tiempos compuestos; por
eso, entre la forma del verbo haber y el infinitivo siguiente era posible
interponer otro material léxico, hoy impensable, como en "Enrique
vuestro hermano había vos de matar por las sus manos".
Los adjetivos posesivos iban precedidos de artículo, como aún
hoy ocurre en portugués; así, se decía los sus ojos alza.
El español del siglo XII ya era la lengua de los documentos notariales
y de la Biblia que mandó traducir Alfonso X; uno de los manuscritos
del siglo XIII se conserva en la biblioteca de El Escorial. Gracias al Camino
de Santiago entraron en la lengua los primeros galicismos, escasos en número,
y que se propagaron por la acción de los trovadores, de la poesía
cortesana y la provenzal.
El castellano moderno
La publicación de la primera gramática castellana de Elio Antonio
de Nebrija en 1492, fecha del descubrimiento de América y de la toma
de Granada por los Reyes Católicos, establece la fecha inicial de la
segunda gran etapa de conformación y consolidación del idioma.
A esta época pertenecen el cambio de las consonantes que altera y consolida
definitivamente el sistema fonológico del español.
Desaparece la aspiración de la h, cosa que testimonia la versificación.
Se funden en un único fonema la s sonora y sorda, prevaleciendo el
valor sordo. Las consonantes ç y z pasan a ser el fonema fricativo
(con pronunciación equivalente a ts) que se escribirá ç
durante el siglo XVI y pasará a tener el valor de la z (con su pronunciación
actual) en el siglo siguiente, con lo que de esta manera se resolvió
la vacilación ortográfica c, ç, z. Las variaciones fonéticas
que representaban x, g, j, se solucionaron también en favor del sonido
velar fricativo sordo que en el XVII pasa a tener la pronunciación
y grafía actuales de g y de j.
Desapareció asimismo la distinción -b-, -v- que se neutralizó
en -b- durante el siglo XVI. En la morfología aparecieron los tiempos
compuestos de los verbos, y se convierte en auxiliar el verbo haber. En la
sintaxis el orden de los elementos de la oración se hace más
rígido, y se anteponen los pronombres átonos a infinitivos y
gerundios.
Desde el punto de vista del léxico adquirió una gran cantidad
de neologismos, pues a estos momentos correspondió la expansión
de Castilla y, por lo tanto, el contacto con otras culturas. Consiguió
consolidarse como lengua dominante frente a otros dialectos peninsulares al
llevarse a cabo la unidad política de Castilla y Aragón y ser
el castellano la lengua de los documentos legales, de la política exterior
y la que llegó a América de la mano de la gran empresa realizada
por la Corona de Castilla, ya fijada en la gramática normativa de Nebrija.
A partir de los primeros momentos del siglo XVI se prefirió la denominación
de española para la lengua del nuevo imperio, y la preocupación
de los intelectuales del momento se refleja en la enorme tarea de sistematizarla,
analizarla y divulgarla.
Lo demuestran la publicación del gran Diccionario de Alcalá,
obra de la Universidad Complutense creada por Cisneros; la aparición
de la Minerva de Francisco de las Brozas, conocido por El Brocense, que es
una gramática normativa y descriptiva más moderna que la realizada
por el grupo francés de Port Royal, y, a principios del siglo XVII,
la publicación del Tesoro de la lengua castellana o española
(1611) de Sebastián de Covarrubias, primer diccionario de la lengua,
que contiene cuanta información histórica y sincrónica
había disponible en el momento de su publicación.
En Francia, Italia e Inglaterra se editaban gramáticas y diccionarios
para aprender español, que fue la lengua diplomática hasta la
primera mitad del sigloXVIII. En esta etapa de la lengua se llegó al
esplendor literario que representan los autores del siglo de oro. El léxico
incorpora palabras originarias de tantas lenguas como contactos políticos
tenía el imperio. Del italiano entran en el español desde el
sigloXV al XVII los nombres de la métrica y preceptiva literaria como
soneto, asonante, silva y lira, palabras relacionadas con las bellas artes
como fachada, escorzo, medalla, piano.
De otros campos léxicos son italianismos de la época centinela,
alerta, escopeta, aspaviento, charlar, estropear y muchas más. Son
galicismos paje, jardín, jaula, sargento, forja o reproche. Los americanismos,
que comienzan a entrar en el sigloXVI, ofrecen una lista referida a las realidades
que en Europa no se conocían y que son españolismos tomados
por las lenguas europeas como patata, cóndor, alpaca, vicuña,
pampa, puma, papa (denominación afincada en Canarias para patata),
que proceden del quechua y el guaraní. Los términos más
antiguos, como canoa, ya citado en el diccionario de Nebrija, proceden de
los arawak. A este conjunto pertenecen huracán, sabana, maíz,
cacique, colibrí, caribe, enagua y caníbal. De la familia de
lenguas náhuatl habladas por los nahuas, se incorporan hule, chocolate,
tomate, cacao, aguacate y petate.
El español
contemporáneo
En el año 1713 se fundó la Real Academia Española. Su
primera tarea fue la de fijar el idioma y sancionar los cambios que de su
idioma habían hecho los hablantes a lo largo de los siglos, siguiendo
unos criterios de autoridad. En esta época se había terminado
el cambio fonético y morfológico y el sistema verbal de tiempos
simples y compuestos era el mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad
del siglo XX.
Los pronombres átonos ya no se combinaban con las formas de participio
y, gracias a la variación morfológica, los elementos de la oración
se pueden ordenar de formas muy diversas con una gran variedad de los estilos
literarios, desde la mayor violación sintáctica que representan
el barroco del siglo XVII, los poetas de la generación del 27 y el
lenguaje publicitario, hasta la imitación de los cánones clásicos,
también violentadores del orden del español, que incorporaron
los neoclásicos o los primeros renacentistas.
Coincidiendo con otro momento de esplendor literario, el primer tercio del
siglo XX, aparecieron las nuevas modificaciones gramaticales que aún
hoy están en proceso de asentamiento. De ellas cabe citar: la reducción
del paradigma verbal en sus formas compuestas de indicativo y subjuntivo,
la sustitución de los futuros por perífrasis verbales del tipo
tengo que ir por iré, la práctica desaparición del subjuntivo,
la reduplicación de los pronombres átonos en muchas estructuras
oracionales y con verbos de significación pasiva, que están
desarrollando una conjugación en voz media como en le debo dinero a
María; la posposición casi sistemática de los calificativos,
la reducción de los relativos, prácticamente limitados a que
y quien en la lengua hablada. Junto a ello, la irrupción continua de
neologismos, que nombran innovaciones técnicas y avances científicos,
tiene dos momentos: los anteriores a la mitad del presente siglo, que contienen
raíces clásicas como termómetro, televisión, átomo,
neurovegetativo, psicoanálisis o morfema, y los neologismos apenas
castellanizados, siglas y calcos del inglés y fruto de la difusión
que de ellos hacen las revistas especializadas, la publicidad o la prensa,
como filmar, radar, módem, casete, anticongelante, compacto, PC, o
spot.